martes, 6 de mayo de 2008

Dios no creó a los abogados


EN la película «La guerra de los Rose», Danny de Vito iniciaba su discurso preguntándole a su cliente: «¿Sabe lo que son cien abogados muertos?»..., él mismo se respondía: «Un buen comienzo».
Si Juan Antonio Roca ha visto la cinta estoy seguro de que hoy pensará lo mismo, sobre todo, después de saber que la minuta de los leguleyos que le defienden por sus "asuntillos" inmobiliarios le va a costar decenas de miles de euros.
Una ley no escrita de la profesión dice que un abogado incompetente puede demorar un juicio meses o incluso años. Sin embargo, un abogado competente puede demorarlo muchos más. Según como se mire, esta facultad supone una ventaja para algunos, aunque para la mayoría suele significar la ruina. Los gitanos tienen una maldición muy gráfica: «Que tengas un juicio –espetan a sus enemigos–, aunque lo ganes», suelen concluir.
Me dicen que en Estados Unidos no se hace nada sin consultar a un abogado, y nada se deshace sin que estén presentes dos, por esta razón, han proliferado de tal manera que son objeto de sátiras cada vez más crueles. El otro día me contaron una:
-¿Sabes cuál es la diferencia entre el cadáver de un abogado y el de una rata tendidos en la autopista?
-No
-Pues que delante de la rata hay huellas de frenada.
-Chico, pues no sé por qué dices eso, a fin de cuentas Dios los creó para incordiar.
-Dios no creó a los abogados.
Josetxu Rodríguez

Aquí el artículo sobre los periodistas, y aquí, el de los funcionarios.

1 comentario :

Anónimo dijo...

Una tarde, un famoso y acaudalado abogado iba en su limusina cuando vio a dos hombres a la orilla de la carretera comiendo césped. Ordenó a su chófer detenerse y bajó a investigar. Le preguntó a uno de ellos:
-¿Por qué están comiéndose el césped, muchacho?
-No tenemos dinero para comida -dijo el pobre hombre-, por eso tenemos que comer césped.
-Bueno, entonces vengan a mi casa, que yo les alimentaré -dijo el abogado.
-Gracias, pero tengo esposa y dos hijos conmigo. Están allí, debajo de aquel árbol.
-Que vengan también, -dijo el abogado.
Volviéndose al otro pobre hombre, le dijo:
-Ud. también véngase, amigo.
El hombre, con una voz lastimosa, dijo:
-Pero, Sr., yo también tengo esposa y SEIS hijos conmigo!
-Que se vengan -respondió el abogado.
Entraron todos en el enorme y lujoso automóvil.
Una vez en camino, uno de los pobres tipos miró al abogado y le dijo:
-Sr., Ud. es muy bueno. Gracias por llevarnos con Ud.
El abogado le contestó:
-¡Hombre, no tenga vergüenza, estoy feliz de hacerlo! Les va a encantar mi casa....¡El césped está como metro y medio de alto!


Moraleja:
Cuando creas que un abogado te está ayudando, piénsalo dos veces.

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