Y aquí, un servidor, se queda perplejo, porque lo único que le ha dicho es que la cena ya está en la mesa. Y no creo que los conceptos cena y mesa tengan una traducción tan diferente en un lenguaje u otro. Y, además, dudo de que mis palabras hayan podido atravesar el muro de decibelios que ocupa su pabellón auditivo. A menos, claro está, que me haya leído los labios, lo que no es probable, ya que según dice soy un padre de la generación hifi (alta fidelidad) y como tal no merezco ser mirado.
Y no quiero obsesionarme, porque en ocasiones he llegado a pensar que ella me veía en blanco y negro, como una especie de fantasma a ratos cubierto por la niebla de las interferencias que cubrían las imágenes en los antiguos televisores.
También es verdad que no siempre ha sido así. Hubo un tiempo en el que todavía podíamos hablar de algo, es decir, que nuestros respectivos sistemas operativos vitales conectaban a través de USB e intercambiaban algunos datos sobre los estudios, los amigos o los protagonistas de Operación Triunfo. Pero en los últimos meses la brecha digital se ha agrandado entre nosotros y apenas hay intercambio de bits. Quizá si le escribiera una carta podría decirle algunas cosas, entre ellas, que la cena está en la mesa, pero temo que me considere un hombre de la cavernas y por ahí sí que no paso. Intentaré enviarle un sms al programa que está viendo, a ver si lo lee...
Josetxu Rodríguez
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