Lo del arco de San Mamés me ha parecido
una sinsorgada, pues. Una imagen que como botxeros no nos merecemos y
que puede echar por tierra todas las campañas txirenes que Bilbao ha
hecho por el mundo y los barrios adyacentes para demostrar nuestro
singular poderío. ¡Casi un mes de preparación para bajarlo luego con
grúas! Solo se le puede haber ocurrido a un cabeza de txorlito.
Cualquier ganorabako habría pedido ayuda a las cuadrillas de txikiteros
que lo habrían hecho encantados por unos zuritos y unas cazuelas de
mojojones como hamarretako. Y con la directiva y la plantilla con sus
churris al completo subidos en él para la foto finish. El único problema
podría surgir de la masiva afluencia de voluntarios que se quedarían
larris por no poder ayudar.
Si no es tarde, propongo que el arco vuelva a
ser colocado en donde estaba (por los txikiteros, claro), montar de
nuevo el graderío (por los voluntarios) y organizar una ceremonia con
fundamento y sin tanta parafernalia heavy metal de alto tonelaje. En
caso de que no sea posible, sugiero como desagravio llevarlo a hombros
hasta Lezama. Si bien, antes podríamos organizar una korrika con él como
testigo para que Euskadi entera pueda despedirse del arco, este símbolo
universal que junto con la tangente, la cotangente, el área, el córner y
la circunferencia, ha demostrado durante 60 años el amor que los
bilbainos tienen a las matemáticas... y al fútbol.
Josetxu Rodríguez