LO confieso, señor juez. Fue enterarme
de que no consideraba que "zorra" sea un insulto y pensar de la misma
que era usted un auténtico cabrón. Pero no me malinterprete, por favor.
Me refiero a un cabrón en su acepción cuarta del diccionario: hombre
experimentado y astuto. No como yo, que soy una ignorante. De hecho,
hasta que usted no nos lo ha aclarado tan amablemente, siempre había
creído que llamar zorra a una mujer era cuando menos despectivo.
Admito
que me precipité en mi juicio y que cuando leí la palabra en su contexto
entendí la argumentación de su sentencia muchísimo mejor. El acusado
por un delito de amenazas, según la abogada de la víctima, le vino a
decir algo así a su hijo: "Tu madre va a tener que ir mirando por la
calle como las zorras, para delante y atrás, porque la voy a matar y la
voy a meter en una caja de pino".
Qué detalle, oiga, porque hay quien se
carga a su mujer y la deja tirada en el suelo de la cocina, el rellano
de la escalera o la puta calle, pero este no. Este, llegado el caso,
promete hacerse cargo, al menos, del féretro. Aclarado que zorra es para
su señoría una "persona astuta", ¿zorrón designa la astucia en grado
superlativo? Y puta, señor juez, ¿es o no peyorativo? Agradecida por sus
lecciones magistrales, lo que no le acabo de perdonar es que se haya
cargado un mito. Toda la vida pensando que a las Vulpes les gustaba ser
unas zorras y resulta que lo que querían ser era unas personas
avispadas. Eso ni es punk ni es ná.
Arantza Rodríguez