La huída de María San Gil del Frente del Norte nos deja a los vascos y vascas huérfanos y huérfanas de alguien muy entrañable, mezcla de Señorita Rotenmeyer con Ibarretxe en el papel de Heidi, de vendedora de tupperwares ideológicos totalmente herméticos y de jefa de centuria de la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera, departamento de confección de canastillas para bebés constitucionalistas.
Porque, con todos mis respetos que son muchos, Leopoldo Barreda es más aburrido que una película china subtitulada, Carmelo Barrio aunque tiene un aire con Fernando Esteso es mucho más serio y Carlos Urquijo es un poco friki y me recuerda al Dioni. Vamos que ninguno tiene el glamour de novela romántica de posguerra que daba María San Gil y ninguno defenderá con tanta raza la idea monotemática que Maritxu ha expuesto durante tantos años, erre que erre al cuadrado y tiro porque me toca.
Y mientras tanto, el taimado Jaime Belarri Andia (vulgo, Mayor Oreja) agazapado tras las bambalinas después de arrojar a nuestra heroína a los leones. No es justo, pero haciendo una lectura positiva igual a María se le ocurre otra idea y vuelve. Los humoristas rancios le esperamos.
Vitriolo
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