ERA un país en crisis como tantos otros, azotado por las tormentas financieras, pero con un amarre sólido en el primer mundo que le impedía irse a pique. A fin de cuentas, quien se hunde no paga sus deudas y a ningún acreedor le interesaba esa posibilidad. En esa coyuntura, alguien pensó que el pueblo necesitaba ilusiones, algo a qué agarrarse en medio del desánimo general y que le permitiera sacar la cabeza y mirar al futuro con esperanza. Los ideólogos se pusieron a trabajar y prepararon una estrategia para conseguir en el plazo de dos años un equipo capaz de deslumbrar al mundo y restituir el orgullo perdido. Se formaron grupos interdisciplinares que viajaron por el mundo, analizaron el mercado, copiaron las mejores técnicas, prepararon una táctica y presentaron un plan. Un proyecto perfectamente estructurado, dotado de medios y con plazos de ejecución definidos. Se puso al frente a los mejores cerebros disponibles, sin límite de primas ni presupuestos: equipos técnicos de alto nivel, asesores internacionales, estrategias imaginativas y, por último, un equipo humano joven, inteligente y muy capacitado. Tras dos años de trabajo y concentración consiguieron lo inimaginable: una terapia revolucionaria contra el cáncer y un combustible barato y no contaminante. Les concedieron el Nobel de Medicina y Química. Cuando llegaron al aeropuerto no había nadie con banderitas para recibirles. Uno de ellos pisó una caca de perro antes de subir al taxi.
Josetxu Rodríguez
1 comentario :
Muy bueno
Publicar un comentario