El que tiene partido, parte...
El que tiene partido, parte... Y el que no tiene partido, no parte. Todos sabemos que quien parte y reparte, se lleva la mejor parte. Y la mejor parte de la democracia, no crean ustedes que se la lleva la ciudadanía, como nos quieren hacer creer los nuevos No-Dos democráticos, a saber: los partes informativos; ¡ni mucho menos! El mejor cacho, pedazo de trozo de sorbo de trago, se lo llevan los partidos políticos y quienes los integran con vocación de bocado.
Particularmente, yo mismo militaría en una gran formación de éstas que se alternan en el cohecho y la corrupción, si volviera a nacer, pues la vida me ha enseñado que es difícil ir por libre en esto del robar y que te va mucho peor haciéndolo solo que acompañado por la familia democrática, que a fin de cuentas maneja el cotarro que legisla sobre la propiedad privada que redundará tarde o temprano en sus propios bolsillos, sea vía impositiva, directa o indirecta, sea en forma de butrón legal en las arcas del estado, donde a manos llenas, como los curas de pueblo que mastican a dos carrillos, arramblan con descaro y sin pudor, con el aplauso general de cuantos con sus votos les animan a ello cada cuatro años.
Y es que en principio nada hay más ajeno a la democracia que un partido político, pues como su propio nombre indica, es su tarea la de partir la sociedad en aras, no del bien común rousseuniano, siquiera hobesiano, sino del beneficio propio de los que participan del partido, para los que se organizan auténticas partidas a la caza de privilegios y subvenciones en forma de fundaciones, revistas, oenegés, puestos en el aparato estatal, altos cargos del gobierno y un imaginativo etcétera al frente de empresas y organismos oficiales..
Así contemplado, los partidos serían bandas democráticas que cual vándalos arrasan con la riqueza de las localidades y regiones que gobiernan a su paso. Sin embargo, no sin la colaboración de los medios, nos han hecho creer a todos que les necesitamos como mal menor para evitar conflictos sociales y revoluciones a modo de chantaje gansteril como el que procura la seguridad previamente causando el desasosiego y la inquietud de lo que, como diría Borgia, aquello que no se puede solucionar durante el día, a lo mejor se resuelve por la noche.
Es con ésta alevosía, con la que operan desde nuestras instituciones todos los partidos, independientemente de su tamaño y localización en el espectro del arco político. Y a ellos van a parar lo más sórdido y putrefacto de nuestra sociedad, a sabiendas de que en el peor de los casos, aún cuando les pillen con las manos en la masa, nadie les tratará como lo que son: auténticos delincuentes habituales, dado que su hábito es delinquir de forma habitual. Y difícilmente irán a parar a la cárcel donde sólo se envían a los ingenuos que creen poder hacerles competencia y tocar las partes al poder, como autónomos sin la debida licencia municipal, comarcal, autonómica, o la conveniente patente de corso estatal, como la que goza la SGAE, miembro asociado y adlátere de socioslistos y populares, tomando parte de todas partes.
Nicola Lococo
2 comentarios :
Pues hay que hacer un partido, porque estamos en crisis. ¿Caduca Hoy no podía ser un partido? Así entraríamos en el reparto
Más que un partido, nos gustaría formar una SICAV.
http://es.wikipedia.org/wiki/SICAV
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