Los manifestantes pueden ser pocos, pero muy peligrosos.
EUSKADI, que durante décadas ocupó el primer puesto en el ranking de manifestódromos europeos,
ha alcanzado un punto de inflexión que amenaza su hegemonía
indiscutible. Imagino que ustedes ya estarán al tanto de que el
Sindicado de Estudiantes convocó ayer una manifestación contra los
recortes en la enseñanza pública y no acudió nadie. Ni
un solo participante. Cero patatero. Solo los diez organizadores se
presentaron en el Teatro Arriaga con sus pancartas y sus panfletos y
esperaron, sin éxito, a que apareciera, al menos, alguien de su
familia. Pero ni por esas.
Un rato después recogieron sus bártulos y le dijeron a la Policía Municipal que podía marcharse. Ya me imagino el informe: al acto asistieron entre cero y diez mil personas. Desolador. Sobre todo para ese Bilbao en el que hasta hace unos pocos años había que reservar la calle Autonomía
con más meses de antelación que para casarse ante la Amatxu de Begoña,
que ya es decir. Quizás el Sindicato de Estudiantes pecó de ingenuo y
pensó que sus amigos de Facebook eran incondicionales seguidores, pero ese tipo de afiliados son bastante veletas y en el último minuto te cambian por un orgasmus (un orgasmo con un Erasmus). Tendrían que saber, además, que salvo honrosas excepciones, las manifestaciones se hacen ahora en Twitter o Tuenti, sin levantarse de ese sillón que se ha amoldado tanto a nuestro culo que parece ortopédico. Los proletarios se han convertido en protobecarios, y eso desmoviliza mucho.
Josetxu Rodríguez
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