"SI no aciertan con el nombre –dicen los más críticos– ¿cómo van a atinar con el servicio? Las estaciones que venden gasolina se denominan gasolineras, por tanto, las que venden electrones deberían llamarse electroneras ¿no? Además, lo que tendrían que hacer las petroleras es presentar de una vez por todas ese motor de hidrógeno que funciona con agua de las fuentes públicas y que tienen escondido en el hangar que construyeron bajo la ría de Bilbao cuando hicieron el metro. Todo lo demás es querer mantener su negocio a toda costa".
En parte, yo les doy la razón, pero intento explicarles que al usuario común todo esto de las electrogasolineras le suena a ponte ahí que salimos en la foto y luego ya veremos. Vamos, que al negocio no se le ven todavía los brotes verdes. ¿Se imaginan junto al cartelito de Se vende hielo otro que ponga: Próxima estación a 1.200 kilómetros? Realmente disuasorio. Además, todavía está por ver que las compañías se pongan de acuerdo en el enchufe y que el de Repsol sirva en Cepsa o Petronor. Y no se lo tomen a broma, que las empresas de telefonía llevan una década intentándolo y no lo han conseguido. Ya me veo con el portamaletas lleno de adaptadores y una cama plegable para echar la cabezadita de tres horas que dura el electrorrepostaje. Claro que los manitas siempre podrán tunear el buga, ponerle placas solares y hasta un molino de viento como los del superpuerto y llenar el depósito de Electro-95, que tiene más protones. ¡Lo que van a fardar!
Josetxu Rodríguez
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