ESTIMADO Marcelo: desde la profunda admiración que le profeso, le acompaño en el sentimiento. He de mostrarme solidario con usted ante el sufrimiento que provoca la irrupción de una cuadrilla de operarios armados con piquetas y hormigoneras en una casa, centro de trabajo o santuario deportivo. Solo almas muy forjadas en el dolor, la desesperación y la autodisciplina pueden reprimir las inclinaciones homicidas o suicidas que causa la actividad de gremios especializados en nuestro entorno.
No se sienta derrotado, ni por ello permita que se resienta su meticulosidad infinita, su trabajo incansable, su dedicación absoluta. Sepa que en este país, cuando uno va al médico a pedir 250 gramos de pastillas antidepresivas, lo primero que le preguntan es si se le ha muerto un familiar o ¡si tiene obras en casa!
El mundo no es perfecto, por más que el bosón haya querido hacerlo así. Tampoco Lezama puede serlo. Por eso, le pido por el bien de la afición, la ilusión que despierta usted y el cariño que le muestran los niños que pase por alto esas pequeñas imperfecciones.
Que han hecho el campo más ancho que largo, ¡mejor!, así Muniain tendrá que correr menos. Que han colocado porterías de rugby, pues, loado sea Dios. Que han instalado minibares en las habitaciones y la alcachofa de la ducha encima de la cama, pues, tómeselo con humor. Los designios de un albañil son inescrutables, cuánto más los de una constructora, tan omnipresente ella. Resígnese y disfrute. No le queda otra.
Josetxu Rodríguez
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