LA antigua peseta se ha vuelto posmoderna y cotiza al alza, sobre todo, ahora que el euro no vale nada.
Los nostálgicos de otra economía más bucólico-pastoril buscan bajo los
cojines del sofá o en las baldas del trastero algún frasco lleno de
estas monedas con las que se podía pagar un café y un pincho por el
equivalente de un euro. Algunos, hasta expolian los álbumes de numismática
por lo que pudiera pasar. Todos con la vista puesta en Grecia, donde
el paso del dracma al euro se ha convertido en un auténtico drama.
Ya hay quien dice que volveremos a la peseta, aunque seguro que el
café no volverá a costar lo mismo. De hecho, hay muchos que nunca la
han abandonado y se aferran a ella como los niños al flotador de pato.
El Banco de España tiene las cifras y no le entra en la cabeza que
todavía anden por ahí en el fondo de los bolsos y en los bolsillos de
los viejos abrigos 287.000 millones de pesetas sin canjear. Seguro que son de gente precavida consciente de que todo lo que sube baja y nada es para siempre.
Los de BBK, que han demostrado poseer buen olfato para los negocios,
ya tuvieron en cuenta esta posibilidad cuando en 2002, meses antes del
cambio de moneda, repartieron miles de “tarjetas mágicas” que
si las mirabas de izquierda a derecha convertían las pesetas en euros.
Curiosamente, si lo hacías desde el ángulo contrario, invertía la
operación. En aquel entonces no fuimos conscientes del significado,
pero hoy lo vemos con otra perspectiva. ¿A que sí?
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