CON la estadística en la mano puede afirmarse sin temor a equivocarse que en la Ciudad del Vaticano, que mide 44 hectáreas, hay dos Papas por kilómetro cuadrado.
Por eso, cualquier cifra con un tanto por ciento detrás debe hacernos
sospechar. Sobre todo, si los estudios en los que se basan esos
procentajes están patrocinados por lobbys o marcas comerciales y publicados en revistas o web que ellos mismos crean.
Ahora que quien más quien menos anda con un katxi en la mano,
volveremos a leer la noticia que relaciona el consumo de alcohol con la
menor incidencia del alzheimer. Si hacen un poco de memoria, ese mismo
efecto se lo adjudicaban las tabaqueras a la nicotina. No hace falta
recordar que esos estudios, para ser fiables, deberían incluir no solo a los clientes vivos, sino también a los que han muerto por los efectos del tabaco o el alcohol antes de llegar a viejos.
Podríamos compararlo con el ejemplo de los aviones de la Segunda
Guerra Mundial: alguien propuso inspeccionar los aviones que regresaban
de sus misiones y reforzar las zonas que recibían más balazos. Pronto
se dieron cuenta de que era un error, ya que lo que había que reforzar
eran las áreas donde recibían impactos los que no volvían.
Si las tabaqueras y las empresas que venden alcohol tuvieran una
compañía aérea, los medios de comunicación publicarían titulares de
este tipo: “Volar es muy seguro: el 99,99 por ciento de los fallecidos
en accidente aéreo no mueren en el aire sino al llegar al suelo”. Para
el caso es lo mismo.
Josetxu Rodríguez
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