Me imagino que quienes estén decidiendo los premios Nobel de este año tendrán serias dudas sobre cuál de los dos estudios es merecedor de tan preciado galardón. Lo de la malaria está bien, al fin y al cabo son 300 millones de enfermos muchos de los cuales morirán, pero, si lo pensamos mejor, lo de las rayas verticales afecta a 3.000 millones de sujetos que sufren y que ahora saben que, en realidad, no están gordos, sino que es su forma de vestir la culpable de que lo parezcan. Vamos, que la temida epidemia de obesidad que sufre el primer mundo es en realidad una deformación del prêt-à-porter. ¡Quién lo iba a decir! Algunos ya lo celebran empapuzándose de toblerones y creo que Burguer King prepara una hamburguesa conmemorativa del descubrimiento que necesita andamio para sostenerse sobre la mesa. Hasta el abogado Rodríguez Menéndez ha presentado un recurso diciendo que huyó de la cárcel porque el traje de preso le hacía más gordo.
Desgraciadamente, el tercer mundo no podrá beneficiarse de este avance sensacional, fundamentalmente, porque su principal obsesión no es parecer más delgado sino dejar de serlo. Me temo que, por ahora, tendrán que conformarse con la malaria.
Josetxu Rodríguez
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