La corte de aduladores siempre ha dicho que Juan Carlos es un rey que cae bien y, muy a mi pesar, he de darles la razón. Cualquier persona de su edad no habría salido tan airoso de un tropezón semejante. Quizá la intención del gracioso que gritó ¡cuerpo a tierra! era precipitar la caída de la monarquía, pero su majestad ha conseguido parar el golpe con la nariz, a lo Poli Díaz.
Ya hay quien le sitúa en las olimpiadas y afirma que los jueces le habrían dado un 8,70 en los ejercicios sobre suelo. Ahora la duda está en si recibirá una medalla con pensión por resultar herido mientras vestía el uniforme o si preferirá hacer bourbón y cuenta nueva.
Incluso hay quien augura que acaba de inventar un nuevo deporte de riesgo que florecerá este verano en las playas: el borboning. “Me llena de orujo y satisfacción inaugurar estos juegos veraniegos en los que autolesionarse puntúa doble”, gritará por el megáfono el animador sociocultural del chiringuito mientras decenas de participantes se tiran a la Bartola… No sé por qué, ahora que hablamos de la Bartola, acabo de caer en la cuenta de que es la primera vez que el rey se lesiona a la vista de todos, en plan vídeos de primera, y no en la intimidad de sus aposentos. Sofía seguro que lo agradece y un servidor también. En 1978, un grupo de conjurados convocamos una huelga de hambre hasta que cayera la monarquía y estoy de ayunar hasta los pelendengues. Eso sí, seguiremos hasta el final, caiga quien caiga.
Josetxu Rodríguez
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