domingo, 1 de febrero de 2009

El adosado


-Ama, que voy sin bragas...
-No te preocupes, hija, que cuando volvamos de misa te las pongo.
Aunque pudiera parecer lo contrario, este pequeño contratiempo no se produce en el seno de una familia acogida al Ingreso Mínimo de Inserción y que carece de medios para adquirir prendas íntimas, sino en el garaje de un adosado de cuatro plantas (1ª-garaje-lavadero; 2ª-sala-cocina-aseo; 3ª-dos dormitorios-baño y 4ª-ático-dormitorio principal-baño) que pertenece a un matrimonio de clase media.
La mujer insensible al hecho de que su hija asista al sermón dominical con las vergüenzas al aire se ha levantado de la cama, ha bajado tres plantas para dejar la ropa sucia en el lavadero, ha subido a la cocina a desayunar (una planta), ha subido a ducharse a su habitación (dos plantas), ha despertado a su hija (-1 planta), ha bajado a darle el desayuno (-1 planta), ha subido a vestirla (+1 planta), ha subido a vestirse (+1 planta) y ha bajado a apagar la olla (-2 plantas). Ahora inicia el ascenso para recoger un poco las habitaciones. Sólo lleva 45 minutos despierta y ya se ha recorrido 14 pisos.
Él está encantado, pero ella se niega a vender el viejo piso de Santutxu a donde, según dice, se mudará el día en que se quede viuda porque su marido se ha roto la crisma en la escalera.
Cuando están todos en la cocina su hija le dice que hace frío y que se ha dejado la chaqueta en la habitación:
-Ponte esto.
-Ama, pero si es un delantal...
-Ya lo sé. Pero abriga mucho.
Lo de las bragas, vendrá después.
Josetxu Rodríguez

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